Estimados lectores:

Como escritora, me preocupa profundamente el acceso inclusivo a los libros y cuentos. Recientemente, he tenido la oportunidad de colaborar con profesores y traductores de la lengua chontal de Tabasco, náhuatl, lengua de señas mexicana y braille. A través de
estas experiencias y conversaciones, he aprendido sobre las barreras que enfrentan muchas personas en nuestra sociedad para acceder a la lectura.

Los libros en braille, por ejemplo, son costosos y no están fácilmente disponibles para la población ciega. Si bien no toda la comunidad ciega prefiere este formato, ya que muchos optan por los audiolibros, la falta de acceso a libros en braille sigue siendo
una gran limitación. Esta situación subraya la necesidad de promover la diversidad en los formatos de lectura para satisfacer las preferencias y necesidades de todos. 

En cuanto a la lengua chontal, tuve una conversación reveladora con una profesora de esta lengua indígena que se habla en las comunidades originarias de Tabasco. Desafortunadamente, muchos jóvenes muestran un creciente desinterés por preservar su lengua y sentirse orgullosos de su identidad cultural. Este desinterés amenaza la supervivencia de lenguas que son fundamentales para nuestra diversidad cultural y patrimonio lingüístico.

Es esencial recordar a la población mexicana que vive con alguna discapacidad. Estas personas no poseen “capacidades especiales” ni “necesidades especiales”, pero sí necesitan ajustes razonables para asegurar que sus derechos sean respetados y puedan disfrutar de igualdad de condiciones.

En México, hay 6 millones 179 mil 890 personas con alguna discapacidad, que pueden tener discapacidades motrices, visuales, auditivas, intelectuales, psicosociales o neurodiversas (como el autismo). Al participar en proyectos de inclusión, he comprendido que el verdadero problema no radica en las discapacidades, sino en las barreras que la sociedad y nuestras ciudades imponen. Las ciudades no inclusivas y la falta de concienciación entre los ciudadanos crean obstáculos que deben ser derribados. La inclusión no es solo una cuestión de accesibilidad física, sino también de accesibilidad cultural y lingüística. Debemos esforzarnos por crear un entorno en el que todas las personas puedan acceder a la lectura y disfrutar de los beneficios que ofrece. Esto incluye apoyar la producción y distribución de libros en braille, fomentar el uso de audiolibros, y promover y preservar nuestras lenguas indígenas.

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El compromiso con la inclusión y la accesibilidad es una responsabilidad compartida. Necesitamos trabajar juntos para derribar las barreras y crear una sociedad donde todos tengan la oportunidad de acceder a la riqueza de la literatura y la cultura.

Solo así podremos garantizar un futuro en el que cada persona
pueda encontrar su voz y su identidad reflejada en las páginas de
un libro. Por mi parte, aportaré mi grano de arena para hacer esto
posible.

 

Con afecto y esperanza,
Lucía Rosas

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